Ávalon era el hogar de la Dama del Lago y es donde fue forjada la espada Excalibur, que le dio un poder especial a Arturo. Era también el hogar de las llamadas sacerdotisas de la Diosa, pues en Ávalon se cultivaba y preservaba el culto a la Diosa Madre, que no era otra cosa que velar por la presencia del Divino femenino o energía femenina en el mundo. 

Al principio de los tiempos existía la conciencia de la importancia de los ciclos naturales y cósmicos para la vida en el planeta Tierra. La gente se ocupaba de honrar, venerar y celebrar la abundancia que la Madre Tierra proporcionaba. 

Además las mujeres eran plenas conocedoras de la naturaleza de las plantas y sus propiedades (¿vuestra abuela las conocía? Porque la mía sí), de la luna, de su sangre y de sus ciclos, de los embarazos y de los partos, y de otros tantos conocimientos que ayudaban al buen funcionamiento de la comunidad. Eran conscientes de su esencia femenina, relacionada con todo lo anterior por sus características primigenias de proteger, cuidar, ser, sentir, recibir, nutrir. 

Todo esto hacía que las mujeres fuesen valoradas por lo que realmente eran. Todos sabían que es a través de la mujer que se transmite y nace la vida, de la misma manera que es a través de la Madre Tierra que las semillas pueden crecer, madurar y dar frutos. 

Las leyendas son variadas en cuanto a su ubicación, pero una de ellas es en la colina del Tor, en Glastonbury, que es donde he estado. 

¿Por qué os quiero hablar de ello? Porque se dice que en Glastonbury se encuentra el chakra corazón de la Tierra y cuando vas allí, tu propio chakra corazón se abre y aquello que pueda estar ahí guardado y que deba ser revisado, pues aflora, ¡y vaya si aflora! 

Otro día os hablaré de las heridas que llevamos en el chakra corazón. Y además es un lugar mágico en el que todavía está presente este culto que se le daba a la Diosa Madre en la Antigüedad con lo que la conexión con esta energía femenina es muy poderosa. Allí te sientes como en una burbuja de armonía y de ligereza donde todo fluye. La escucha y la contemplación te llevan a conectar con la Diosa, es decir, contigo; con el Divino femenino dentro de ti.

Y por eso es tan mágico, porque en un mundo donde la carga masculina está muy muy presente, allí sientes la otra cara de la moneda y se siente cierto equilibrio que sana el alma.

Si tenéis la oportunidad de ir allí, volveréis distintas, os lo aseguro.